Apuntes generales sobre la Estética

El pensamiento alrededor de la obra de arte como objeto de convergencia de miradas en la Europa renacentista sólo alcanzó a definirla como el resultado de una experiencia sensorial orientada por el autor a través de su obra, que incluía motivos, colores, formas, texturas, composición, equilibrio. Se buscaba un concepto de verdad basado en la armonía clásica de los elementos de la obra como requisito para la adecuada valoración crítica. La obra de un artista se empezaba a identificar como un recipiente de características que limitaban la interacción y condicionaban al público, para ajustarse a reglas establecidas por modelos de pensamiento sobre lo bello heredados de la herencia platónica.

De este modo el arte se veía como un estímulo para los sentidos dónde la percepción y los cánones clásicos guiaban a la crítica y esta valoraba la obra bajo tal criterio. El concepto de Aisthesis empezó a cuestionarse al considerar que “la percepción no es suficiente, necesitamos recurrir al bagaje conceptual para abordar la obra, es decir, el lenguaje con el que nos aproximamos a ella sería necesario para su identificación” (Pineda, Adryan, 2011). Interpretando lo anterior podemos decir que la obra es, no solo un recipiente de elementos que el autor organiza para buscar la belleza, sino que estos elementos corresponden a un contexto de símbolos, hechos e identidades, que se entremezclan en el autor y se impregnan en la obra de manera indisoluble.

En la modernidad, el arte se fue adentrando en nuevos caminos que exigieron nuevas formas de apreciación para identificar las obras. El espíritu de la época se manifestó en un distanciamiento de las formas antes valoradas, los cambios sociales impulsaron el desarrollo cognitivo sobre la percepción de la obra y sobre la contextualización de los artistas en un campo de acción que se diversificaba en la práctica. La producción (poiesis) trascendió en innumerables formas de expresión, de temáticas, en el uso de materiales (pigmentos y telares de producción estandarizada), y sentidos propios de la obra; que inevitablemente condujeron a la transformación del concepto estético para integrar nuevos discursos y narrativas que caracterizaron a los movimientos artísticos del siglo XIX y principios del siglo XX.

La estética moderna es una disciplina orientada a conocer y entender el objeto como obra, y divulgar su valor artístico a partir de su identificación y reconocimiento. El arte moderno se construye desde nuevas formas que llenan el espacio vacío donde se ubica la narrativa del artista y la subjetividad de su discurso. El arte existe como medio de expresión plástica relativa a las capacidades interpretativas del público, y establece una relación dialógica entre la obra y la mente que la contempla. La alteridad define también cómo sigue transformándose el concepto de la estética, “el arte existe en la diferencia misma entre la forma de vida común que era para quienes produjeron sus obras y el objeto de libre contemplación que es para nosotros” (Ranciere, 2015).

La reflexividad sobre el arte plantea una discusión que pone sobre la mesa la relación tripartita entre autor-obra-receptor y las múltiples relaciones que pueden darse entre estos. Desde la perspectiva de cada parte de la relación mencionada, la estética adquiere sentidos que validan la práctica del pensamiento artístico como un ejercicio constructor de tesis que se retroalimentan en una búsqueda de significados. La obra adquiere un carácter protagonista que gravita sobre un eje conceptual, que indica el punto de llegada del autor y punto de partida del receptor.

En la estética contemporánea, lo bello no solo se confecciona bajo la mirada, ni está sujeto a lo artístico sino que adquiere sentido de acuerdo al sistema de pensamiento regente entre quienes contemplan la realidad. Los ready-mades de Duchamp cruzan la frontera de lo artístico y regresan al campo del arte para redefinir un objeto como obra, conducen la estética hacia la apreciación de algo que originalmente no fue concebido dentro de la naturaleza artística y elevan su estatus a objeto de contemplación, “la estética es la ciencia de un modo específico de apropiación de la realidad vinculado con otros modos de apropiación humana del mundo y con las condiciones históricas, sociales y culturales en que se da” (Sanchez, 1992). El arte contemporáneo es la práctica de pensar la realidad, estructurar conceptos estéticos y construir un mundo desde la plástica material sobre la subjetividad de la percepción sensible.

Aunque las discusiones sobre la estética no han logrado un desenlace definitivo, es válido mencionar que esta ha llegado a conseguir un considerable grado de estabilidad donde encuentra un equilibrio entre la razón y la sensación, entre el pensamiento filosófico y la práctica artística; y sin duda, entre la expresión artística y la contemplación. El arte del siglo XX tradujo los cambios registrados en una sociedad en fase de modernización a un campo que se desarrollaba desde la libertad del pensamiento y la creación, ocurrió un distanciamiento suficiente de esa intención avasallante de la modernidad y encontró los medios para expandirse como reflejo de esos mismos cambios, contradicciones y paradojas. 

La experiencia estética permite al público aproximarse a una obra de arte desde sus preferencias intelectuales. Conociendo que, la sensación que despierta la obra sobre el espectador es el resultado de la combinación de la representación, la expresión y la interpretación, se puede inferir no solo que el arte es una construcción colectiva entre artistas y público, sino que la apreciación de la obra responde a diferentes inclinaciones individuales, como puede ser la preferencia por lo feo, lo sublime, lo grotesco, lo trágico, u otras categorías estéticas; o por la combinación de algunas de estas. 

Las categorías estéticas favorecen la práctica artística promoviendo la apreciación del arte desde la amplificación del goce estético, reconociendo la sensación provocada en la experiencia como un factor decisivo para la construcción subjetiva de la belleza. La contemporaneidad nos trae en el campo del arte, una diversificación más específica sobre lo bello, traducida en la exploración estética de la práctica con resultados divergentes, incluso disruptivos, que despiertan sensaciones que en épocas anteriores hubiesen sido consideradas experiencias al margen de la estética.

Referencias

Sánchez, Adolfo. (1992). Capítulo II El Objeto de la Estética. En: Invitación a la Estética. pp. 47 – 57.

Rancière, Jacques. ( 2015) Aisthesis. Escenas del régimen estético del arte. Bordes, Manantial. Buenos Aires. Preludio y capítulo 1. pp.9-38.

Pineda Repizzo, Adryan Fabrizio (2011). La Filosofía Del Arte En La Época Del Fin Del Arte. Praxis Filosófica, (32),249-267

Guillermo Solano
07/15/2022
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